La Robotcracia: Dipurrobots sin cobrar sueldo público
Robocracia no, que es casi lo de ahora. Hablamos de Robotcracia, pero no el poder de Google para dominar el mundo con su algoritmo y millones de datos
Robocracia no, que es casi lo de ahora. Hablamos de Robotcracia, pero no el poder de Google para dominar el mundo con su algoritmo y millones de datos. Estamos hablando del poder de los robots en política. Políticos que no son personas y nos gobiernan. Máquinas que gestionan el dinero público, sin fallos, sin meter la mano en la caja. Pero no son humanos, no tienen sentimientos, no pueden robar, ni hacer facturas falsas, salvo que se les programe para ello (no te olvides de las tres leyes de la robótica de Isaac Asimov). No pueden entregar dinero negro en cajas de puros. No pueden desviar fondos públicos destinados a la formación de parados para fines personales. Los robots no beben alcohol ni consumen cocaína. No pueden crear sociedades fantasma en paraísos fiscales ni tampoco pueden acumular lingotes de oro en Suiza, salvo que se les programe para ello. ¿Por qué? Porque no son personas, no son sujetos jurídicos, -por ahora- no cobran una nómina, no pagan impuestos. La Unión Europea está estudiando esto último, como puedes ampliar en este enlace a una noticia de El Economista.
No obstante, sí pueden desempeñar algunas funciones y tareas propias de los humanos y hacer la vida más fácil, más cómoda, más segura y hacer de la política una profesión totalmente transparente, ¿sin corrupción?
Y otro matiz. El negocio de diseñar, programar y vender esos robots políticos o politicbots o como quieras llamarlos ¿quién lo controlará? ¿El sector privado, la Administración General del Estado, las Comunidades Autónomas o tal vez empresas de capital mixtas? La clave está en que el desarrollo informático de esta tecnología se implemente sin indolencia, según la ley y con todas las garantías de transparencia para no tener que sufrir robots políticos corruptos o el sistema se caiga tras un ataque informático. ¿Estamos preparados para ello? ¿Estamos dispuestos a tirar huevos a una máquina de hojalata por la calle en vez de al diputado de turno, como hasta ahora? ¿Adiós a llamar “chorizo” a un político robot?
El camino
La Revolución 4.0 o Cuarta Revolución Industrial está cada día más presente en nuestras vidas: inteligencia artificial, el Internet de las cosas y la robótica, ya sea industrial o humanoide… Hace dos décadas, el mercado laboral anticipaba un escenario incierto. La reconversión industrial acabó con 400.000 puestos de trabajo, pero la eclosión de la robótica y la automatización de procesos industriales, no solo en la automoción o en la aeronáutica, amenaza el 47 por ciento de los empleos actuales.
Incluso pequeñas pymes y micro empresas están incorporando brazos robóticos en sus instalaciones para evitar bajas laborales producidas por levantar peso, por ejemplo. Lejos de destruir empleo, muchas compañías ven cómo sus trabajadores se reciclan, se forman y adquieren conocimientos que mejoran su competitividad y la del que le paga.
Según datos de la Unión Europea, el número de robots en activo ronda 1,7 millones en todo el mundo. Según Enric Forner, CEO de la feria Global Robot Expo, “en nuestro país no estamos tan avanzados como en Japón, Estados Unidos o Alemania, en lo que se refiere al uso de robótica de servicio en empresas, pero en cuanto a robótica industrial somos la cuarta potencia europea y la octava a nivel mundial”. Declaraciones recogidas en el número de junio de la revista Emprendedores.
Por otro lado, en España tenemos cerca de 75.000 cargos públicos (electos o con capacidad ejecutiva como ministros y consejeros autonómicos). Calcula, solo aproximadamente: 350 diputados, 266 senadores, unos 1.200 parlamentarios autonómicos, unos 68.500 concejales, de los que 8.116 son alcaldes, diputados provinciales (que son alcaldes o concejales)... Por cierto, el 90% de los alcaldes y concejales no cobran en nuestro país. Podríamos incluir secretarios de Estado, subsecretarios de Estado y directores generales y la equivalencia en la administración autonómica, además de cargos de libre designación en empresas públicas. Pero todos estos últimos no son cargos electos.
Imaginemos. Sitúa a 350 robots (dipurobots) en los escaños. Mientras, el político (persona) física elegido está en su despacho, en su cirscunscripción, atendiendo en persona los problemas de los vecinos, trabajando la cercanía y la empatía. Visitando pueblos, fábricas, instituciones. Y el día de votar una enmienda o los presupuestos lo hace un robot por él. Así no se desplaza a Madrid. No cobra la indemnización del Congreso para gastos de manutención y alojamiento. El robot no duerme, no come, no bebe gin tonics. Pero sí hay que pagar sus desplazamientos, si queremos eso. Se reduce el gasto de funcionamiento de las cámaras legislativas. ¿Cuántos sueldos públicos, indemnizaciones y dietas nos podríamos ahorrar sustituyendo políticos por robots?
El robot lo compran los partidos con representación parlamentaria y forman parte de un Grupo Parlamentario Robótico o robotizado, un Ciber Grupo, un Ciber Parlamento. Échale imaginación o realismo con los nombres. Esto está a la vuelta de la esquina.
Un paso más
La sustitución total llegará cuando el propio dipurrobot o senarrobot se desplace a la circunscripción por la que se ha presentado -en las elecciones ya no habrá candidatos humanos, serán robots y cumplirán con sus promesas electorales- para asistir a reuniones de partido, citas con colectivos, visitas a instituciones o inaugurar una obra. Incluso el robot podrá dar una rueda de prensa y participar en directo en un programa de televisión o en la radio.
Así no sería necesario un asistente o asesor, un jefe de campaña o un jefe de prensa (menos gastos de representación). Pero, por el contrario, sería necesario una persona o las que hagan falta, cualificada, para garantizar el funcionamiento de la máquina. La finalidad última, que haga de político, que represente al pueblo, a la soberanía nacional, que no mienta, que no robe y que implemente las políticas públicas necesarias para mejorar la vida de los ciudadanos. ¿Y las primarias? ¿Y si además de los representantes, los votantes también son robots y piensan, eligen y votan en sustitución de las personas?
Bueno, después de tanta especulación… Centremos el mensaje. ¿Cuánto podría costar la robotcracia, con garantías de no más ladrones, no más mentiras, y sí a más transparencia y cercanía entre la política y el ciudadano? ¿Cuánto podría costar un robot que hiciera las funciones de un político? ¿Existe ya ese prototipo? ¿Cuándo sale a la venta? ¿Quién se atreverá a comprar uno y ponerlo al servicio del pueblo? Con un robot en los pasillos del Congreso ¿será el fin de los lobbies? ¿Y de los sobres bajo mano? Al final de la corrida, ¿cuántos sueldos públicos nos podríamos ahorrar sustituyendo políticos por robots?
Imagen: El Economista.